New Adventures in Hi-Fi (1996)

Ya hemos cruzado el ecuador de los 90s: el rock alternativo que ha definido la revolución en la música de la nueva década ha alcanzado su cenit artístico y comercial y empieza a mostrar las primeras señales de fatiga, antesala de su prematura agonía. Los caídos se cuentan a docenas por el camino, los vencedores comienzan a verle las orejas al lobo… y nuestros protagonistas, que en eso de evolucionar sin perder un ápice de personalidad lo llevan bastante bien, optan por continuar conduciendo por su propia carretera, haciendo relativo balance de la aventura tras tres lustros de vida conjunta.

Dos años atrás, con el fallecimiento del viejo Kurt todavía caliente, R.E.M. electrificaron notablemente su propuesta con un álbum, Monster, que les desmarcaba de la cara -más amable y accesible- mostrada en Out of Time y el magistral Automatic for the People. La apuesta, aparte de revitalizar y energizar su sonido, les abrió las puertas a una generación más joven que, quizás por mera pereza, sólo asociaba a Stipe y compañía a baladas como «Everybody Hurts…» o himnos comerciales del calibre de «Losing My Religion» o «Shinny Happy People». A fin de capturar esa renovada fuerza, R.E.M. decidieron llevarse de gira varios ocho-pistas para registrar algunas de sus actuaciones y pruebas de sonido. El resultado no podía haber resultado más inspirador: al terminar su tour norteamericano, la banda tenía en su poder un magnífico material sobre el que poder trabajar en su siguiente trabajo de estudio. Y vaya si lo hicieron…

New Adventures in Hi-Fi podría definirse como «el disco de viaje de R.E.M.», un viaje que comenzó en 1980 y al que todavía le quedaban muchas millas por recorrer (a pesar de que uno de sus miembros, el batería Peter Buck, se encontraría a punto de apearse a la fuerza en el camino). En dicho recorrido, como el ‘work-in-progress’ de una banda que cerraba (inconscientemente) una etapa, R.E.M. reunían algunas de sus mejores -y más próximas en el tiempo- facetas: desde el espíritu de country rock acústico heredado de los exitosos Out Of Time y Automatic for the People a los sonidos más contundentes de Monster, la audacia juguetona de Document y Green o la críptica lírica de la que hicieron gala en sus primeros plásticos.

Y es que en New Adventures… hay de todo y para todos: oscuras melodías de una belleza escalofriante («E-Bow The Letter», donde la incomparable Patti Smith arropa a los de Athens), energéticos trallazos de segunda juventud («Wake Up Bomb», «Departure», «So Fast So Numb»), singles agridulces e irrebatibles («Bittersweet Me», «Electrolite»), instrumentales marca de la casa (la cálida «Zither»), sarcásticos puyazos cantados en voz baja («How The West Was Won And Where It Got Us», «New Test Leper»), gemas ocultas («Be Mine», «Low Desert»), épicos experimentos (la muy machacona «Leave»)… R.E.M. fotografiaban su propio movimiento -una evolución artística que había ido creciendo exponencialmente a través de los años- y firmaban un inolvidable colección de postales evocadoras de tamaña travesía, preparándonos para un futuro todavía incierto: la baja de Berry poco tiempo después, contra todo pronóstico (o no), significó un punto de inflexión en la carrera del combo, que acabaría por perder -notablemente- el agarre de un timón sobre el que hasta el momento habían mantenido un pulso envidiable. Pero, como suele decirse, esa es otra historia.

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Monster (1994)

Pongamos que hablo de The Cult y de su serie Love (1985), Electric (1987) y Sonic Temple (1989), tres obras que recorrieron la segunda mitad de los ochenta planteando a los fans una propuesta por disco, de la simetría psicodélica pasando por el KO rock sin adornos para concluir en efluvios de atmosferismo zeppeliano.
Salvando las distancias estilísticas, REM hicieron algo similar, a los fans, a la industria y sobre todo a sí mismos, a través su ciclo Out of Time (1990),Automatic for the People (1992) y Monster, que es el disco que nos ocupa.

Vayamos ahora al terreno: es 1994 y REM son una referencia planetaria. Aun habiéndose impuesto un discurso elogioso en torno a Automatic por lo que supuso de romper una fórmula de éxito, por imponer la personalidad de la banda, por aunar crepúsculo y belleza silvestre donde el mercado esperaría más hits para la gente refulgente y feliz, el hecho es que, con todo ello, aun con sus arty clips en blanco y negro, Automatic había reforzado la enjundia de REM en el mainstream, había deparado más singles de éxito, más seguimiento, había continuado la bola de nieve. En rigor, un éxito completo: mantuvieron las ventas, aumentaron su prestigio -y esto último no es baladí ante la renuncia manifestada por no pocos entendidos esnobs que habían sacado el atizador a propósito de la comercialidad de Out of Time.

La década de los 90 se aproxima a su ecuador y poco rastro queda de los artistas que dominaron la escena global en la década anterior. REM, de escalada progresiva, constituye un caso aparte, pero comparten veteranía de éxito con U2, triunfales con la reinvención emprendida en 1992. Ambas bandas experimentaron una sinergía directa en los shows titulados ‘Automatic Baby’, entrelazando las colas de sus respectivos y exitosos álbumes. Una curiosidad no desdeñable por cuanto, como sucediera también tras Out of Time, REM han pasado de hacer gira mundial para explayar Automatic for the People. U2 retorcerán aún más su propuesta vanguardista de la mano de Zooropa, en 1993. REM, en cambio, van a dar otro volantazo. Ya habían cantado en su día que el rock’n roll tuvo dos hijos.

1994 y el fenómeno grunge está en fin de ciclo. En abril ha muerto Kurt Cobain, de pólvora, y ahora las lágrimas y lamentos son por la tragedia irreversible y el arte que ya no será. El nihilismo como fórmula mercantil, el cabreo de gente millonaria, encuentra ahora un motivo verdaderamente irrecomponible, aunque al menos el suceso servirá como inspiración. Son meses de luto. En agosto Neil Young publica su soberbio Sleeps with Angels, título explícitamente dedicado a Cobain, quien también será citado por Ian Astbury en el álbum homónimo de The Cult, otra vez ellos, que saldrá en octubre.

La sombra de Cobain planea especialmente sobre REM en virtud de la amistad del ex-cantante con su homólogo Michael Stipe. En una de sus últimas entrevistas, el mártir del grunge ha citado a la banda de Athens como su referencia favorita o ejemplar, circunstancia que podría parecer llamativa a tenor de la distancia que existe entre las últimas depuraciones de Nirvana, tan apegadas a la crudeza y la suciedad, y la sobriedad, preciosismo y compostura de arreglos que define a Automatic for the People. Es precisamente todo ese aditamento el que va a desaparecer por completo.
El nombre de Cobain y las filtraciones que anuncian un álbum guitarrero auguran, en las semanas previas a la edición de Monster, que REM se pasan al grunge. Será un vaticinio erróneo, claro. Apuntando también a esa vena con los nuevos alternativos, en 1993 Mike Mills había tocado el piano en una de las canciones del Siamese Dream de los Smashing Pumpkins.

Monster, decía, es un giro. Ya habíamos saboreado a unos REM francamente rifferos en los ya lejanos Life’s Rich Pageant y Document, pero este pastel tiene poco que ver. Y resulta irónico que la temática común al desarrollo del álbum, en cuanto a las letras, sea el de la identidad, precisamente cuando la banda está ensayando diferentes pieles. Identidad, privacidad, peso de la púrpura. Es cierto que son presupuestos afines a ciertas temáticas del grunge, pero es que el grunge no las inventó. Además aquí no se lamen heridas: R.E.M. continúan edificando una catedral de dimensiones hace tiempo que históricas. Uno diría que en Monster le ponen las gárgolas.

Abre el camino What’s the Frequency Kenneth, energía a raudal eléctrico para las FM del mundo, justo cuando se está popularizando el Gatorade. Es un tema que pide concierto, con protagonismo absoluto de Stipe y un Buck en primer plano, que apenas abandonará a lo largo del disco, con las primeras pistas de feedback o reverb. Cuatro minutos exactos para un hit que se permite el lujo de no estribillear.
Por si quedaba alguna duda, el arranque de Crush with Eyeliner deja claro que aquí no van a hallar violines o mandolinas. Ninguna gaita. La guitarra, su riff y su ruido reverberante, establecen una atmósfera para la cual la garganta de Stipe se agrava. Nuevamente un solo tan corto como poderoso, ¡la pegada!, en medio de la canción y coros Mills en la distancia.
Ese tono vocal cerrado se repite en King of Comedy, esta vez con un back-up femenino. La canción reflexiona sobre el escaparate de la fama, que desenvuelve el estribillo a las primeras de cambio. El disco no está ofreciendo aire o pausa, hay ruido de guitarra permanente, un arroyo de rock. Y qué temazos llevamos.
No es hasta I Don’t Sleep i Dream que aparecen en Monster unas reminiscencias de los viejos arpegios de Buck. Y un Stipe haciendo falsete, inconmensurable, en el estribillo. Y un piano. Pero el tono no ha variado: es un álbum de de una homogeneidad absoluta. Entre tanta ráfaga, ésta es mi favorita de todo el lote, si se me permite la apreciación puramente personal.

Transcurrido el primer tercio de Monster, uno no puede evitar la pregunta: ¿era Automatic el álbum que no hacía concesiones? Preguntemos a Star 69, otra vez la fama como tema. Una canción formidable donde regresa el célebre fraseo-speed de Stipe, en esta ocasión con la particularidad de que repetir la acumulación de capas de voz que se está produciendo con las guitarras. Dos Stipes, o tres, a toda pastilla, unos uh uh en el trasfondo. Caos, ruido y volumen. A toda pastilla.
Como mandan ciertos cánones, la tralla precede al receso: la balada del disco es Strange Currencies. Es eléctrica, potentada también de riff y con la misma huella de 60’s californiano que hizo célebre a Everybody Hurts. El Hammond asoma como elemento esencial, circunstancia que se repetirá enTongue, también con piano, ausente del poder de la guitarra que venía galvanizando la totalidad del disco, y con Stipe falseando por todo el recorrido de una canción que, a diferencia de Nightswimming, no reclama cielos estrellados sino humo de bar.

Fumado el cigarrillo, se prepara el trueno de Bang and Blame. También con un proceso arquetípico: principia como medio tiempo, una guitarra frenada que explotará en el estribillo y de desacelerará tras el mismo. A continuación, la fantástica Take your Name es para llevarla al fin del mundo. Torrencialmente feedback, cantada en el modo más cool del universo, suena a cuero negro y uno no deja de mover la cabeza.
Llega entonces Let me In, la apoteosis noise del disco, hermanable acaso con alguna parte del Sleeps with Angels antes citado, salvoconducto para los bíblicos indies que se habrán espantado por tanto rockismo. Canción de voz y feedback a la que se incorporarán paulatinamente una percusión leve e intermitente amén del un órgano in crescendo para ponernos las emociones de punta. Cuando Stipe maúlla un lamento y dice yeah-yeah-yeah uno se pregunta cómo demonios puede la gente contentarse con Thom Yorke.
El riff underground crepita en Circus Envy, Stipe acomodado ya al registro del segundo plano. Es otra canción tan directa como para meter el estribillo, largo, antes del primer minuto. Otra excelencia, o sea.

El disco lo despide You y ya puede afirmarse que si Monster no quedará como el mejor álbum de la carrera de la banda, sería una indecencia no puntuarlo entre los más especiales y, particularmente, entre los más regulares en cuanto a que no se atisban bajones incómodos -como alguna de esas instrumentales que difícilmente pueden contentar a la mayoría. You es otra especie de reposo preñado de ese enigma que propicia la letanía del susurro, el recitado a medio tiempo y algún toque orientalista de Buck entre tanto trasiego y volumen. Sensaciones, que es de lo que se trata. Acaba Stipe gritando You a punto de desgañitarse, como nos gusta recordar a Cobain. Y el ruido se desvanece lentamente, dejando el misterio al desnudo y la maravillosa certeza que REM han conseguido un reto que impresiona: un disco de puro rock esquivando los tópicos. Conservando la identidad. Rematando la magnitud de unos artistas sin parangón. Harán gira, y de ahí saldrá otro disco, más de retazos. Sorprendentemente, pese al arqueo de cejas de cierta crítica, los elementos descubiertos en Monster asomarán en obras ulteriores. Pero eso son crónicas de otras ciudades.

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Automatic for the People (1992)

Es difícil comentar el disco que para muchos es el mejor de los de Athens, y que para una gran mayoría de estos, este, es parte importante de su vida. Solo hay que ver como están las votaciones en este post para darse cuenta de la magnitud de este disco. También es cierto que fue el disco que publicaron después del gran éxito comercial que supuso Out Of Time y en principio y en la era pre internet (sin leaks ni ostias de esas) este tuvo un buen numero de ventas y espera por gran parte del público que se lanzó a por el nuevo de los creadores del Losing My Religion (maravilloso y eterno tema) de forma incondicional.
Dicen que es el último disco que escuchó Kurt Cobain antes de morir. No sé si es verdad, aunque la teoría se sostiene porqué encontraron el CD deAutomatic For The People en el reproductor del de Seattle el día de su muerte. Podría ser apropiado, poético incluso, o más bien no, de hecho este es un álbum que gira en torno a la muerte, la vejez y la desesperación. O más bien en torno a la convivencia y la aceptación de estas fases vitales de nuestra existencia.
En pleno apogeo del llamado grunge, de nuestra generación X, cuando las guitarras del Rock eran más fuertes, sucias y distorsionadas, R.E.M. grabo un álbum de raíces, un álbum que susurra, que grita, que llega, que llega al fondo de quien lo escucha. Un disco capaz de partirte en dos cuando entras en el, pero de recomponerte una vez estas dentro.
Este no es un disco luminoso como Out Of Time, este es un disco oscuro, un disco que aunque no falla en melodías y estribillos pegadizos, te invita a sentarte y escucharlo embriagándote de su melancolía y tristeza, pero sin ser un disco que te deprima. Leí sobre él, que su tristeza es de esas que no duelen, que te animan, que te hace bien. Acertada afirmación a mi entender.

Drive fue el primer single del álbum, con un Stipe pletórico (como en todo el disco), los arreglos orquestales perpetuados por John Paul Jones (Led Zeppelin) son una maravilla, al igual que esa guitarra tan oportuna justa e incisiva cuando debe serlo de Peter Buick. Este es un tema country, oscuro, un tema de western, Stipe como un predicador en el desierto nos habla de la rebelión, de la necesidad que los jóvenes no cedan en su afán de cambiar el mundo. “Hey Kids Rock n’ Roll, nobody tells you where to go, baby”. Mención aparte merece el video clip, rodado en blanco y negro con el grupo “mosheando” entre un público entregado, flashes y brazos que rodean y voltean a Stipe.

Try not to Breathe una canción que me recuerda musicalmente algún tema de Simon & Garfunkel, supongo que es por la melodía, herencia de la música de raíz americana, una canción folk. No importa lo que sea, pero el listón alto marcado por el primer corte del vinilo, no baja ni un milímetro en esta canción sobre la aceptación de la muerte. Puede que sea un tema que racionalice sobre el suicidio, puede que sea sobre la eutanasia, o simplemente que canten a esa realidad que todos tendremos tarde o temprano. Un punto de vista en primera persona sobre la aceptación de la muerte.

The Sidewinder Sleeps Tonite es un tema R.E.M. al 100% esa melodía cantada por Stipe es maravillosa, el pegadizo ritmo y fraseo de la canción, no en vano fue el tercer single. Mención especial de nuevo por el trabajo realizado en los arreglos orquestales, con esos violines que escalan y descienden dando ese punto necesario para enfatizar la canción. Stipe balbucea en el estribillo “call me when you try to wake her” o eso dicen las letras, porque se hace imposible pronunciar como el el coro de la canción. Según Stipe la canción ni tiene un significado especial, aunque si es un homenaje al clásico “The Lion Sleeps Tonight” que fue el tema que ocupo la cara B del single.

Y llega el turno del que fue el cuarto single del álbum, Everybody Hurts, canción de una belleza inconmensurable. Una canción donde la desesperación del ser humano se refleja en la cristalina pronunciación de Stipe a la letra (no muy habitual en él) y a ritmo de canción de cuna en su desarrollo. Un canto a la vida dirigido a las personas tristes y sin ánimo de seguir viviendo, un puedes contar conmigo antes de tirar la toalla, una oda a la esperanza para aquellos que ya la han perdido. Una maravilla. Las vidas que esta canción debe haber salvado seguro que son muchas. Compuesta en gran medida por el batería Bill Berry, y con arreglos de cuerda una vez más a cargo de JPJ de LZ, estamos ante un pedazo de la particular capilla Sixtina de R.E.M.

New Orleans Instrumental No1, esta pieza instrumental después de el chorro emocional de Everybody Hurts, encaja a la perfección. Los juegos a la guitarra de Buick y ese sonido tan … organico es la palabra¿? Es un punto de descanso para encarar de nuevo el resto del disco.

Sweetness Follows
Triste melodía y triste letra para esta canción. Uno de esos temas que te parte en dos, “preparándose para enterrar a tu padre y a tu madre”, reza la primera frase. La guitarra acústica suena fría y cortante, y se ahoga en sus propias lágrimas. Ese sonido como de iglesia, como si de un funeral se tratara, te embriaga de dulzura, dulzura de esa que sale de la más horrible de las situaciones, la muerte. Un canto a la pérdida, al dolor de sentir como la vida se desvanece cuando alguien ya no esta. Me quedo con la frase “Live your life filled with joy and thunder “

Monty Got a Raw Deal
Aquí tenemos el tributo de Stipe a uno de sus ídolos, Montgomery Clift, Como una canción de amor a un fantasma, Michael canta a Monty, puede que por su homosexualidad, por su rebeldía o por su manera de asimilar la fama. Puede que Monty sea solo un vehiculo para describir una manera de vivir, y esta es la de la autodestrucción, como el malogrado actor.

Ignoreland
“Ignoreland” es una canción protesta, que critica amargamente la política y los medios en EUA en los primeros años 90. Tiene una fuerza brutal, y es de esos temas que deben ser tocados y coreados en un gran estadio. Ironías de la vida, creo que es una canción que han interpretado pocas veces en directo. Stipe canta con rabia, y el ritmo de la canción es trepidante e impregna de emoción la canción. Las líneas de bajo son sencillamente geniales. Y aunque puede ser una canción que desentone en el conjunto del álbum, esta a la altura de todo el disco sin duda.

Star Me Kitten
Es una canción de desamor, cantada desde la perspectiva de uno de los dos en una pareja. Reproches ironía y condescendencia son los ingredientes principales que encontramos aquí. Stipe canta en su registro grave, y la música confunde el verdadero mensaje que canta, pues es romántica y para nada invita a pensar en la mala leche que destila. “You are wild and I’m in your possesion
Nothing’s free so, fuck me kitten” Bonita manera de recorder.

Man on the Moon, Segundo single y otro de los temas que acarrearon un gran éxito para el grupo. Homenaje a Andy Kaufman, o puede que igual que en Monty Got a Raw Deal, este solo sea el vehiculo para cantar a la trivialidad de la vida moderna, a lo efímero que es todo, a la fe en creer lo que nos dicen, lo que nos cuentan. Es un tema fantástico, sencillo y relativamente simple, y sin embargo es otra de esas canciones que desde el primer segundo te das cuenta que el mundo es un poco mejor desde que existe. La melodía alegre, el arranque en el estribillo, el sarcasmo de Stipe, todo en esta canción esta donde debe estar.

Nightswimming, quinto single casi un año después de la publicación del disco. La parte de piano de “Nightswimming” es sin duda alguna uno de los momentos cumbres de Mike Mills como compositor, la belleza de ese piano es infinita, y me atrevo a decir que sobra la instrumentación “extra” en la canción (aunque me parezca una maravilla tal y como es). La emotividad de la canción le da ese punto de dramatismo que necesita para entrar directa a quien la escucha. La amistad y el amor son el centro de todo, el final del verano, los últimos baños en la noche y la entrada al otoño con el cambio que la estación comporta. Preciosa.

 

Find the River, Este fue el último single publicado del AFTP, 6 singles en total, no está mal muchachos. Si “Everybody Hurts” te dice que debes aguantar y tirar adelante “Find The River” te explica el porqué. Es una canción que transmite una paz y unas ganas de vivir enormes. La preciosa melodía que te invita a buscar el río, el río de la vida, a seguir avanzando sin temor a nada y encontrar el océano. Si R.E.M. destaca por tener unos inicios de álbumes sublimes con singles incontestables, este álbum contiene el mejor cierre de telón que se pueda esperar. Fantástico fin del álbum, que te reconforta y cura de toda su escucha.

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Out of Time (1991)

Siempre he pensado mucho en dos conceptos dentro del rock que gozaron de una importancia capital en los tiempos en que aprendí a amarlo:
1. Cómo empezar un disco; y
2. Los singles

Si hay algo de lo que puede presumir “Out of time” de R.E.M., es de tener ambas cosas cubiertas de forma soberbia, magnánima.
Siempre me gustó mucho “Radio Song”, incluida la parte rap con ese “feat. FRS-One”. Lo tiene todo para empezar: un arpegio mítico, una línea vocal épica, un desarrollo funk pop fluido, perspicaz, con un puente donde empiezan a surgir los fraseos del rapero, desembocando en el estribillo que antes fue la intro. Violines, suenan violines, en una canción que tiene una de las líneas de bajo más claras y divertidas de estos primeros 90, tan llenos de gozo, de barbaridades musicales ya en forma de CD. ¿Trompetas? Es igual, el dominio del terreno “single” es absoluto. Sería absurdo ponerle pegas a una canción así. Siempre la adoré, cuando a muchos les parecía previsible empezar un programa de radio de pop 90’s con este tema. ¿Se os ocurre otro mejor?

Termina el rapero con su monserga y empezamos a hablar en serio, con esos dos golpes de caja y el riff de mandolina más famoso de la historia. Tema polémico este porque a la Iglesia (no sé identificar ahora mismo cuál) siempre le pican las cosas más absurdas, como otro gran tema de este, acaso el gran año de la música rock, pero en cualquier caso excepcional 1991, “Jesus Christ Pose” de Soundgarden. Un día es la Iglesia, al día siguiente la MTV. Desarrollo perfecto, una banda en su mejor momento, escribiendo la historia, grabando canciones de clara vocación comercial sin perder credibilidad, como esta joya que marcó mis primeras tardes de discoteca, las escapadas furtivas, los primeros besos con sabor a cigarrillo y a Martini, los primeros encierros serios con el hachís, los amores que rompimos antes de estrenar. “That was just a dream”. Y sí, ese soy yo en el rincón, perdiendo parte de la inocencia.

El 19 de febrero de 1991 aparecía en las radios de todo el mundo el sencillo “Losing my religion”. Recuerdo, Stipe sostiene que su carrera se divide en “antes de Losing My Religion y después de Losing My Religion”. Antes de esa canción, R.E.M. era una banda de culto de amplio seguimiento, “girando diez meses al año. Con respecto al éxito”, en palabras del propio Stipe, “aun se nos consideraba en una liga menor. Después, tuvimos hit singles, discos de platino, estábamos en todas las portadas de cualquier clase de revista, y, al menos durante un par de años, fuimos una de las bandas más grandes del mundo”. Pero Stipe no era de la clase de músicos que se autoengañan. “Todo lo cual es irrelevante”, afirma, “y cuando pienso en ‘Losing My Religion’, pienso sobre el proceso de composición y grabación, y fue como un sueño alcanzado sin esfuerzo. La música la escribimos en cinco minutos; la primera vez que la tocamos, todo encajó perfectamente”. La letra de Michael estaba terminada en una hora, y mientras tocaban la canción por tercera o cuarta vez, se encontraron con un encaje perfecto. Así, “Losing my religion” se convierte en una especie de arquetipo de canción que se encontraba flotando en el espacio y que ellos fueron capaces de echarle el lazo. “Si toda la escritura de canciones fuese tan fácil…”

En aquella época las radios ponían a todas horas “The show must go on” de Queen y “Should I Stay or Should I Go” de The Clash, una single que había sido relanzado (ya tenía casi una década de vida) aprovechando la salida de un recopilatorio y un anuncio de vaqueros. Y junto a Queen y The Clash, R.E.M. aparecían con una firmeza desconocida en ellos, acaparándolo todo, incluso la polémica. Como decía, el video de “Losing my religion” cabreó a la Iglesia Católica, por reflejar “dudas” en la letra de la canción y sus correspondientes imágenes. Pero no había nada mayor escándalo que el de los fans que se sintieron decepcionados al ver cómo R.E.M. trascendían su audiencia original de aficionados a las radios universitarias. Preguntado sobre si la nueva trascendencia adquirida podía alienar a sus fans más antiguos, Peter Buck le dijo a Rolling Stone que “la gente que cambió de idea por ‘Losing My Religion’ pueden simplemente besarme el culo”.

Nunca me gustó demasiado “Low”. Evidentemente, debido a mi falta de formación en música psicodélica y sin duda marcado por un inicio de disco tan accesible y melódico, hasta la “ruptura” del estribillo, si cabe llamarse así, ese arpegio y ese hammond y esa voz grave de Stipe narrando una de sus historias oníricas con el punto críptico tan característico de él, era una invitación a la mueca de disgusto para los neófitos. Aun me faltaba por descubrir muchas cosas de la música en general y de ellos en particular, pero aquel tema no era fácil. Lo escucho hoy y por lo menos lo entiendo, pero sin duda es una forma de romper un camino que llevaba camino de ser ¿empalagoso? Para mi, la palabra sería memorable, histórico, de obra maestra incontestable. Como canción, “Low” podrá ser muchas cosas, pero nunca incontestable. Es rara y difusa, y en el contexto de la banda funciona, pero en el contexto del disco no.

Pronto encontraba el gozo de nuevo con esa gema llamada “Near Wild Heaven”. El asunto, mi asunto con REM, era esa mezcla agridulce de su característico optimismo pop new wave y el tono melancólico de sus líneas vocales y de sus arpegios. El cielo se abre en sus estribillos, se me ocurren pocos grupos que tengan mejores coros en sus canciones, pero de pronto un nuevo verso te pone la nube negra encima, y lo más criminal del asunto es que la disfrutas como un puerco. Ese tono nasal, Stipe, ese tono nasal marcó nuestra vida, porque también eras capaz de darnos la alegría. Demonios, quién puede no pensar en series juveniles, en series con nombre de cinco cifras, cuando escucha esta canción o alguna otra. Sí, años después sabríamos que a las dulces y risueñas protagonistas de esas series se las había pasado por la piedra Don Vince Neil, y años después también sabríamos quién era Jeffrey Lee Pierce y algunos amigos se quedaron en el camino o incluso caminaron en el wild side, pero si has nacido en 1976 y te gusta “Out of time”, sabes quién cojones era Dylan McKey. O si no, te lo inventas.

El instrumental “Endgame” siempre me pareció fabuloso. A día de hoy, me parece una de las piezas más necesarias para comprender por qué este disco es una obra magna de su tiempo. Todo lo que incluye está dentro de mis parámetros de grandilocuencia, desde los coros (“parararara…”) a los arpegios de acústicas, el tono de música medieval, los instrumentos de viento y cuerda cabalgando libres por el bosque, y una nueva ruptura para repetir el pequeño punteo/arpegio de acústica, ahora con un cambio hacia un puente nuevamente celestial, con Stipe creciendo simplemente haciendo un gorgorito. Magistral. Sublime. Supongo que aquello no le gustaba a nadie pero menos mal que en poco tiempo llegaría el “Loaded” y el homónimo de la Velvet para hacerme comprender por qué gozaba tanto con canciones como esta. Extrañamente, tardaría años en tener y adorar “The Village Green Preservation Society” de los Kinks, pero años después, cuando lo miro todo en perspectiva, encaja, joder, encaja del todo. Cómo me gusta el pop.

¿Alguien ha dicho pop? En fin, “Shiny Happy People”. La MAESTRÍA. La CADENCIA. La CONSTRUCCIÓN PERFECTA. Estado de gracia. Encantado de conocerte Kate Pierson, no tenía el placer. Esta canción es un manual en sí misma. Un manual de cómo encajar partes (intro, versos, puentes, estribillos, pasajes instrumentales), de cómo hacer coros, de cómo tocar la guitarra eléctrica y hacer de un arpegio un riff que haga historia, un manual de cómo acelerar y bajar el ritmo… maravillosa. Sigue sonando a día de hoy, aun radiada hasta la saciedad, sobada hasta el vómito… da igual. Es GLORIOSA. Ante algo como esto, sólo se puede dar las gracias a los creadores, porque, demonios, esto es ARTE EN 3 MINUTOS.

Nuevamente, “Belong” era una tocada de pelotas para mí. El tono ochentero y new wave era lo que no entendía. A día de hoy, le cojo el punto antes, pero por mera acumulación de experiencias auditivas, no porque la considere a la altura de sus compañeras de disco, o siquiera a la altura de su propio legado. Simplemente, como canción “no explotada” de un disco sobreexpuesto, merece el parabién por su mera estructura, de versos hablados sobre un nuevo arpegio construido con sabiduría, un estribillo épico a base de coros y un bajo (como siempre en este grupo) sostenido sensacional. La canción ha ganado con el tiempo, claramente. Se ha ganado, quizás, un estatus nuevo, en el contexto de lo desconocido dentro de un disco demasiado conocido, aunque merecidamente famoso y vendedor. En un año de grandes bombazos, el disco sale a la venta el 12 de marzo de 1991 y a día de hoy, recordemos, ha vendido más de 15 millones de copias en todo el mundo, 4 millones en los USA. No está mal para una banda de pueblo universitario. Al poco de salir a la venta quedó claro que había trascendido los límites de ser un simple disco de rock alternativo, y aunque la banda declinó girar para promocionarlo, sí visitó estaciones de radio, dio numerosas entrevistas e hizo apariciones en la MTV para presentarlo.

“Half a world away”, en fin. Otra maravilla a base de acústica y mandolina, básicamente folk, un 3 por 4 bellísimo. Qué curioso escucharlo hoy y pensar que quizás haya tenido siempre esta canción en la cabeza para componer según qué cosas… pero no, no colaré más promoción en el texto, que se me ve el plumero. Preciosa, algo triste, magníficamente llevada con el mismo golpe de acústica todo el rato y sin embargo logrando crecer en el estribillo y alcanzar sin problemas esa épica típicamente R.E.M. que en Out of Time alcanza, a mi entender, su mayor momento de gloria. Esta canción es un monumento.

No se reinventaban como U2 con Achtung Baby, pero eran la banda de culto en todo el planeta, y en 1992 se llevaron el Grammy al Mejor Álbum de Música Alternativa por Out of time y al Mejor Single del Año por “Losing my religion”. Que no son dos gramos cualquiera.
“Texarkana” nos devolvía a los REM del 83, una canción que era puro Murmur, conservando intacto el vitalismo, el rodaje de canción de carretera y de pub, algo que a día de hoy no puedo comparar con ninguna otra banda. No, no se me ocurre ninguna otra banda de pop rock con esa capacidad de escribir una canción que funcione igual en un club, en un coche, para bailar, en un estadio… que guste igual a mujeres y hombres… no sé, hay muchas cosas de R.E.M. que me surgen re escuchando esta maravilla llamada Out of Time. Y una de ellas es el convencimiento de que estamos ante el grupo total, como los Beatles lo fueron en su día. Con una capacidad y un impulso fuera de lo común. Enérgicos, vitalistas, melancólicos, positivos, rotundos, épicos… aquí, “Texarkana” es sólo un ejemplo, quizás modesto, pero para mi brutal a nivel genérico, porque los define en un momento muy concreto donde las luces de la historia del rock les apuntaban directamente a los ojos.

“Country Feedback”, rural, parca, aparentemente mal ensamblada, desliza mil detalles desde una oscuridad que no había aparecido en todo el disco. Podría ser un descarte, nunca un single, pero a esa altura el disco ya no tenía tacha posible. Y más cuando abren el estribillo una vez más, repitiéndolo, con un solo de guitarra disonante por detrás de un lánguido Stipe, escupiendo barbaridades. Ese momento introspectivo de R.E.M. donde desnudan todas sus inseguridades y sus maldiciones está aquí, y en su segunda estrofa ya no puedes dejar de fijarte en cómo está fluyendo todo, desde una épica deformada, lacónica, difícil de asumir. Imperceptible percusión, bajo, acústica suelta, solo velvetiano, y un hammond de fondo. De manual. Cojonuda.

El disco acaba con “Me in Honey”, un tema de pop directo, recio, ligerísimamente psicodélico, que amenaza con no explotar gracias a una estrofa que es un hallazgo, otro más. Estribillo al servicio de la estrofa, repitiendo estructura, hasta el coro final de Kate Pierson, que nos trae a la mente todo lo bueno que han dejado atrás en los surcos de un álbum perfecto.

Termina un disco capaz de marcar vidas.

Menuda chapa. Lo siento. Hoy me han asaltado los recuerdos.

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Green (1988)

Empecemos. Tras mis discos en teoría favoritos, Murmur, Reckoning, Fables y Life, en los que consiguieron aunar de manera brillante y sin complejos la tradición folk americana, sonidos de guitarras Byrds con influencia pop (sí, inglesa) y después de Document, álbum en el que amagaban con éxito, editan Green, obra definitiva y guía de lo que sería su carrera en los 90. Nos encontramos de todo, brillante pop, rock, folk, psicodelia, pero todo producido de una manera homogénea, sin fisuras. Un disco completo, en el que nada desentona, nada está fuera de sitio.
Pop Song 89 sorprende por su punteo inicial que acompaña al resto del tema y al tratamiento circular de la canción , con un estribillo brillante «Should we talk about the weather, Should we talk about the Goberment». Recordemos la situación política de América (expresado en el estilo Kerouak, que en cierta manera, me corresponde y no desentona aquí) en esos momentos.
Get Up. ¿se puede ser más brillante a la hora de fabricar un hit single? Riff crudo, que lo era más en directo, melodía perfecta, coros en su sitio (Mills, como siempre). Perfecto.
You Are the Everything. Conecta el pasado folk con sus temas futuros más pausados. Representa la tradición americana, con tratamiento REM, sin ningún tipo de percusión, en un grupo 100% americano pero que se abre cada vez más a la comercialidad bien entendida, que entra en una «major», que escapa de las radios universitarias americanas, que entra en los charts generalistas, pero que no rompe con sus raices.
Stand. Que os jodan, vamos a ser muy comerciales, vamos a entrar en liistas pero lo vamos a hacer con estilo. Y, además, pretendemos, sin éxito, evidentemente, haceros pensar. Enseña el camino a Shiny Happy People y rompe en cierta forma con la intelectualidad de las radios universitarias. Están en una “major” y hay que hacerlo con clase. Cómo romper con el pasado, hacer pop descarado y hacerlo bien.
World Leader Pretend. Uno de los momentos álgidos en la carrera de REM. Esas guitarras que abren el tema te acercan a la tradición folk rock americana, lo puedes oler, sientes el cálido viento americano en tu cara. Y tenemos al Stipe más contenido que nunca, sin histrionismos. Habla, recita, con serenidad. La letra. Siempre te queda la duda si alberga sinceridad o el más crudo cinismo.
“This is my mistake. Let me make it good
I raised the wall and I will be the one to knock it down”

The Wrong Child. Similar tratamiento instrumental al de You are the Everything. Deberían haber incluido más matices en este tema para hacerlo menos lineal. En cualquier caso, un buen tema, muy bien interpretado, con excelentes guitarras y cuerdas y con letra sincera y sobrecogedora.
Orange Crush. Tema de referencia en la carrera de REM. Increíble Buck con su guitarra, desgarradora, no hace falta ser un “corremástiles” para ser brillante. Stipe cantando con una mala hostia inédita hasta ese momento, mensajes 60s; no, no hablan de zumitos de naranja, precisamente. Una de mis canciones favoritas de REM. Como conjugar serenidad con desgarro.

Turn you Inside Out. Con clara influencia psicodélica, no la única en el álbum, la guitarra de Buck se convierte en algo ácido y corrosivo por primera vez. Atacan el género sin ortodoxia, por supuesto, aquí todo pasa por el tamiz REM. Estupendas melodías, coros excelentes, pero con las guitarras adueñándose de todo, con la dificultad que entraña tener a Stipe como contrincante. Con esta canción, REM se adentran en terrenos que en alguna ocasión habían incurrido en los años IRS pero sin tanta intensidad, sin tanta emoción. Tema de referencia tanto en Green como en sus directos.
Hairshirt. Probablemente, la mejor interpretación de Stipe en Green. Se rompe, se desgarra. Veo sinceridad y desnudez. Instrumentalmente, sigue la senda marcada por You are the everything y Wrong Child, pero aquí la diferencia la marca el sentimiento descarnado de Michael Stipe.
I Remember California. Imposible comentar este tema sin tener en cuenta que estuve ese año escuchando compulsivamente REM y Doors sin parar; viernes, sábados y domingos con estupendas resacas, con las únicas excepciones de Toys in the Attic, Berlin y los primeros discos de Bowie (sí, su época de Davy Jones & the Lower Third…ese maravilloso “Can´t help thinking about me”) . Psicodelia como nunca la habían atacado, la percusión marcando con fortaleza el tempo de la canción, de nuevo Stipe contenido y Buck brillando como nunca. Letras encriptadas…
I remember traffic jams
Motor boys and girls with tans
Nearly was and almost rans
I remember this
History is made
History is made to seem unfair

… para uno los temas más maravillosos, oscuros y probablemente, menos valorados en su justa medida de REM.

“11”. Y para acabar, pop. Pero pop con mayúsculas. Pop que podría reescribir Tweedy en su próximo maravilloso disco.

Siento haber hecho esta reseña más desde el sentimiento que desde la objetividad. Es uno de los discos de mi vida, aunque los anteriores me parezcan mejores. El otro día le comentaba a un amigo, Aitor “The Mod”, mientras tomábamos un aperitivo antes de comer en mi casa, que tenía que hacer en el foro una reseña de un disco de REM. Me dijo, “seguro que es Green”. Le miré y me reí. No respondí, es mi amigo y me conoce. Bebí un trago de vino y me concentré en A.A. Bondy.

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