
8 de agosto de 1964. Dylan entra en los estudios Columbia de Nueva York para grabar lo que será su cuarto disco. Han pasado más de 7 meses desde la última vez que estuvo allí para terminar su disco anterior, The Times They Are a-Changin’. 7 meses en los que varios acontecimientos cambiaron a Dylan y también al país en que vivía que vio como su presidente era asesinado en las calles de Dallas.
A finales de 1963 Dylan comienza a sentirse cansado y ciertamente manipulado por los movimientos de protesta a favor de los derechos civiles y en febrero de 1964, nuestro amigo se embarca en un viaje con unos cuantos amigos a lo largo de todo el territorio estadounidense, que le lleva en tres semanas de Nueva York a Los Ángeles, una especie de On The Road particular. Ese viaje coincide en el tiempo con la primera visita de los Beatles a USA que sonaban a todas horas por la radio y fue probablemente este hecho lo que hizo que Dylan cuando en marzo de 1964 regresa a NYC alquilara una guitarra eléctrica. Chimes of Freedom y Mr. Tambourine Man fueron compuestas durante estas tres semanas.
Más tarde viaja a Europa, visitando Inglaterra (donde toca por primera vez Mr. Tambourine Man y It Ain’t Me Babe), Francia y Alemania para acabar en Vernilya, Grecia donde terminaría la mayoría de los temas que finalmente acabarían en el álbum.
Su relación con Suze Rotolo se ha roto definitivamente y parece que también fue en esta época cuando Dylan tuvo su primera experiencia con el LSD.
Este es el Dylan, pues, que el 8 de agosto de 1964 entra en los Estudios Columbia de Nueva York y que apenas unas horas y un par de botellas de Baujolais después los abandona, no sin antes haber grabado 14 temas originales, 11 de los cuales compondrían este disco con el que cierra su primera etapa y en el que ya se vislumbra el comienzo de una nueva, ese “otro lado” al que se refiere el título.
Las letras políticas y comprometidas que dominan sus dos anteriores álbumes prácticamente desaparecen y aquí encontramos, principalmente, canciones de amor y desamor. La portada muestra a un joven Dylan ligeramente distante con la mirada perdida en una fotografía tomada en Times Square, sin embargo el judío tiene muy claro hacia donde mira y sobre todo hacia donde quiere ir.
El álbum comienza con All I Really Want To Do, una de mis favoritas del disco, con una bonita letra posiblemente inspirada por su ruptura con Rotolo aunque también es posible que hable de su relación con Joan Baez. Genial el estribillo con esa manera de cantar al más puro estilo Hank Williams. Los Byrds que, prácticamente saquearon este disco, incluyen una estupenda versión en su primer disco.
Le siguen Black Crow Blues, un blues, como su propio nombre indica, que destaca por ser la primera canción de su discografía en la que abandona la guitarra y la sustituye por un piano entre honky tonk y boogie boogie, acompañado por su armónica y Spanish Harlem Incident, un canto de amor desesperado y extraño hacia una niña gitana de Harlem con una majestuosa interpretación vocal de Dylan que supondría el segundo expolio de los Byrds para su debut.
A continuación suena Chimes of Freedom, en mi opinión, el momento cumbre del disco y la canción que mejor simboliza ese cambio que se estaba produciendo en la forma de escribir del de Duluth. Una letra llena de simbolismos, muy influenciada por la poesía de Rimbaud y que es un canto de solidaridad con los desheredados de la tierra. También fue grabada por los Byrds en su debut.
Dylan extiende su tradición de talking blues en I Shall Be Free No. 10 heredera del tema incluido en The Freewheelin’ que divaga sobre boxeo, el cielo, los rusos, monos, gatos, mujeres que meten botas en lavadoras, amigos con tendencias homicidas, clubes de tenis, clubes de golf, para al final reconocer que todo es un sinsentido.
La primera cara se cierra con To Ramona, una nueva canción de amor con cierto aroma fronterizo que recuerda vagamente y puede entenderse como precursora de posteriores composiciones en las que Dylan se acercó a estos sonidos como Romance In Durango.
Al empezar la cara B nos encontramos con la Motorpsycho Nightmare, un tema country folk con una divertida letra que narra en primera persona la historia de un tipo que llega a una granja un tanto particular.
Volvemos a ponernos serios con My Back Pages, el punto álgido de esta cara B y probablemente, la canción que mejor expresa cómo se sentía Dylan en esa época, sobre todo en lo que a su papel como líder político y social se refiere. Aquí reniega de ese papel y se siente liberado y rejuvenecido al haberlo abandonado como bien expresa en el estribillo:
I was so much older then
I’m younger than that now
A continuación dos nuevas canciones de amor/desamor. En I Don’t Believe You (She Acts Like We Never Have Met), Dylan no puede entender cómo la mujer con la que ha pasado la noche actúa de esa manera al día siguiente (como si nunca se hubieran conocido) mientras que Ballad In Plain D cuenta la historia de un hombre que asesina a la hermana de la mujer que ama, en una letra que puede estar basada en la ruptura con Suze Rotolo que vino acompañada de fuertes discusiones entre Dylan y la madre y la hermana de esta, que desde el principio se habían mostrado contrarios a la relación.
Y para cerrar el disco, It Ain’t Me Babe. Lo que a primera vista parece (y puede que lo sea) una canción escrita para una chica a la que Dylan le intenta explicar que él no es el hombre que necesita, puede interpretarse, enraizando con otros temas del disco como un mensaje, a sus antiguos seguidores. Él no es al que tienen que seguir, él no es al que tienen que escuchar.
En definitiva, un disco que, pese a incluirse y correctamente en mi opinión, dentro de la primera etapa de Dylan, la etapa acústica, ya muestra los derroteros que irán tomando sus siguientes grabaciones, aunque bien es cierto que más en el tema de las letras que en el de la música en sí, que permanece fiel a lo que venía haciendo hasta ahora.
Sin llegar al nivel de futuras polémicas como la de su paso a la electricidad, el disco fue bastante criticado tras su lanzamiento por el núcleo duro de los movimientos de protesta, precisamente por ese distanciamiento al que ya me he referido, llegando incluso a publicarse una carta abierta en Sing Out!, publicación que era y sigue siendo la biblia de la música folk americana, bastante ácida.
La mejor respuesta ante estas críticas, la de Johnny Cash, quién dando muestras de su lucidez dijo algo así como “Shut up and let him sing!!!”
